Ficha:

  • Travesía: De Vitoria a Monasterio de Iranzu.
  • Situación: Valle de Yerri. Limitaciones de las Amescoas. Navarra
  • Punto de partida: Puerto de Opakua. Carretera A-2128.
  • Duración: 34 km de travesía y 8 horas.
  • Cartografía: IGN_139-II y 140-I 
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  • Mapa de situación:

32.4 km, 00:00:00

  • Descripción:

Siguiendo nuestra costumbre de hacer travesías montañeras uniendo nuestra ciudad de residencia con lugares emblemáticos des País Vasco y Navarra, nos lanzamos este fin de semana a recorrer la distancia que separa Vitoria-Gasteiz con el monasterio de Nuestra Señora de Iranzu, en el valle de Yerri, a unos 10 km de Estella-Lizarra. Situado en un entorno natural privilegiado, a la entrada del barranco del río del mismo nombre, Iranzu, rodeado por las escarpadas peñas de las Amescoas, el monasterio ha sido desde el lejano siglo XI lugar de oración y recogimiento de los padres cistercienses que lo habitaron. Hoy en día una pequeña comunidad de padres Teatinos mantiene encendida la llama del recogimiento y la espiritualidad de la primitiva orden del cister, que con su “ORA ET LABORA” conjugaron la contemplación divina con el laboreo de las tierras que rodean al monasterio. De los monjes cistercienses se dice que fueron los mejores hortelanos de Europa, que supieron compaginar la vida en silencio con la vida en comunidad.

Para poder realizar la travesía en el día, nosotros comenzaremos la andada en lo alto del puerto de Opakua, al que accederemos en coche. Nuestra travesía comienza en la A-2128 justamente en el comienzo de la pista asfaltada que atravesará primero el raso de Opakua para internarse después en el raso de Urbasa. Durante 17 km nuestro paseo cruzará espesos bosques de hayas y verdes praderíos donde pastorea el numeroso ganado que habita la sierra desde los tiempos antiguos. Algunas chabolas a izquierda y derecha de la carretera rompen la monotonía de nuestro caminar. La txabola de Andrés, el corral de Francisco, la de Pedro Mari, la de Gregorio, van jalonando la travesía hasta que en unas tres horas conectamos con la NA-7182 que une Olazagutía con Zudaire. Hemos realizado aproximadamente la mitad de nuestro recorrido. Los siguientes 17 km que tenemos por delante constituyen para nosotros un reto, pues es camino desconocido el que vamos a enfrentar por las Limitaciones de las Amescoas. Nos dirigimos primeramente, nada mas cruzada la carretera mencionada, hacia el Balcón de Pilatos, parte superior del enorme barranco que cae verticalmente unos 400 m. hasta el valle por donde discurre el río Urederra. En la mitad de la peña una vena líquida se precipita hacia el abismo, en lo que constituye en nacimiento del mencionado río, una surgencia que nace de las mismas entrañas de la peña. Durante unos 8 km. vamos a caminar cercanos al corte del barranco, dejando abajo en el valle los pueblos de Baquedano, Artaza, Urra, para por el portillo de Kerezmendi descender al punto RASO, verdadera encrucijada de caminos, donde tomaremos a nuestra izquierda para ir descendiendo a tomar la entrada del barranco del Iranzu. Ya en claro descenso por el barranco, el monasterio se encuentra a unos tres km. aguas abajo, el camino que seguimos y durante unos trescientos metros aparecerá y desaparecerá en el cauce del torrente, hasta consolidarse definitivamente en el punto BARRANCO y tornarse en ancha pista que sin duda alguna nos irá conduciendo valle abajo, a veces por la rivera izquierda del río, a veces por su rivera derecha, hasta el monasterio de Santa María de Iranzu cuya torre acertamos a ver entre las copas de los árboles. Un respiro de alivio sale de nuestros pechos cuando enfilamos los últimos metros que nos separan de la hospedería del monasterio atravesando la agradable alameda, a modo de paseo abovedado por las ramas de los árboles y que desemboca en la arcada de entrada al recinto monacal. Atrás han quedado las 8 horas de travesía bajo una canícula infernal que en las horas altas del mediodía han rozado los 30º de temperatura. Mas tarde nos enteraremos de que el monasterio tiene dos hospederías, la profana y la monacal, que cubren las necesidades de las diversas gentes que con distintos fines se acercan al monasterio. Nosotros sin saberlo nos dirigimos a la profana, donde un par de chicas, nuestras brujitas de Iranzu, Tatiana y Beatriz, nos reciben con amplias sonrisas que compensan nuestras penalidades por la sierra. En un plis plas nos libamos unas frescas cañas, en vaso ancho por supuesto, servidas con presteza por una de las brujitas, y que nos ayudan a poner en orden nuestras ideas, demasiado recalentadas por los fuegos del camino.

El sol se acuesta ya por entre los riscos de Yanci y las luces del atardecer condecen al entorno del monasterio una placidez y quietud que invitan al relax y a la holganza. La brujita Tatiana, una catalana de larga melena negra y cara risueña, nos acompañará a nuestras habitaciones, donde nos refrescaremos y descansaremos hasta la hora de la cena.

Cuando los último ruidosos turistas han desaparecido del monasterio, sobre las nueve de la noche, entramos en el comedor de la hospedería, donde la brujita Beatriz, de ojos chispeantes y mirada de fuego, nos ofrece la mejor cena que imaginarnos pudiéramos: unos macarrones a la salsa de romero con trocitos de pimiento rojo y verde y aceitunas negras y un jarrete de pollo a la cerveza, me reconcilian conmigo mismo; no digamos nada de los cogollos de Tudela con salsa de anchoas y módena, y bacalao al ajoarriero que se trapiñan mis colegas. Parece como si toda la sabiduría culinaria de siglos de cocina monacal se hubieran concentrado en los fogones de Beatriz ¡Todo un descubrimiento! Al la mañana siguiente, después del desayuno, Tatiana se ofrece a acercarnos al vecino pueblo de Abárzuza, donde tomamos el autobús de línea que nos llevará a Estella. De Estella el autobús de línea de Arriaga nos devuelve a Vitoria sobre las 16,15 de la tarde.

  • Fotografías:

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