Ficha:
  • Nombre: Eskutxi (1187 m.)
  • Situación:Sierra Salvada. Límite Burgos-Alava.
  • Inicio: Salmantón (Alava). Zona de Arceniega.
  • Desnivel: 737 m. desde Salmantón.
  • Tiempo: 4,30 Horas ida y vuelta.
 
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13.5 km, 18:36:22

La Sierra Salvada es un atractivo de primer orden para los montañeros burgaleses y vascos. Una sierra abrupta donde las haya. Con impresionantes cortados que caen de los 1200 m. hasta las pequeñas aldeas que se acuestan en sus laderas a los 450 m. aprox. Los bosques trepan monte arriba por las lomadas pero tienen que desistir exhaustos como a los 1000 m. para dejar al descubierto los inmensos farallones de las rocas desnudas. En las planicies superiores pastan manadas de vacas, ovejas y caballos disfrutando de sus frescos pastos. Especialmente las vacas han vuelto a disfrutar del aire libre y de la hierva virgen. Antes sus compañeras se volvieron locas a fuerza de comerse a su propia especie  y estar permanentemente estabuladas. Últimamente algún que otro lobo se ha paseado por la zona dejando su correspondiente huella de muerte. Pasan de la próxima sierra de la Magdalena.

Llegamos a SALMANTÓN como a las 8,30 horas de la mañana, primer domingo de febrero 06. Abandonamos el coche con arto dolor pues la temperatura exterior no sobrepasa un grado sobre cero. Los canes que merodean por las calles del pequeño pueblo nos dan un ruidoso y poco amigable recibimiento. Tomamos la pista asfaltada en la parte superior del pueblo, por detrás de la Iglesia y de un enorme caserón con escudo nobiliario. Tomamos dirección oeste por la mencionada pista, a ratos asfaltada, a ratos hormigonada, que lentamente va ascendiendo dejando los paredones de la sierra a la izquierda. Vamos pasando por debajo de los picos que luego coronaremos. Pasamos por la FUENTE de las Nudas, con su pilón para aliviar la sed del ganado en los meses secos. La pista sigue ascendiendo gradualmente. En las lindes del camino comienzan a aparecer las primeras nieves.

Las vistas a nuestra derecha se extienden por el valle de Arceniega hasta los Altos del puerto de Angulo. Las torrenteras heladas que cubren la pista hacen difícil la andada. La niebla se nos vuelve a apoderar del paisaje como a los 800 m. Ya pisamos nieve helada y como en hora y media desde Salmantón llegamos al PORTILLO de Aro. Sobrecoje el pasar este punto para  internarse en la sierra. Es como si dejásemos el último reducto de civilización para adentrarnos con nuestras naves en el océano inmenso. Tonos grisáceos y blanquecinos dominan todo. Los árboles parecen fantasmas helados que pretenden disuadirnos de nuestro intento de adentrarnos en el páramo. Un pequeño arco en honor a San Vitores descabezado nos da el último adiós. Y delante nuestra se extienden como 2,5 km de terreno krástico cubierto de nieve.

Vamos ascendiendo penosamente por nieve semi blanda. Solamente soledad, frío intenso y nieve, rodean nuestras siluetas. La moral de algún colega comienza a desmoronarse. Es necesario hacer corazón con las tripas y tirar pa’lante. Como unos 50 minutos desde el portillo hasta la cima del ESCUCHI. Por fin delante nuestra como a no más de 5 m. nos aparece el vértice geodésico. Es la pura estampa de la cogelación petrificada. Unos 10º bajo cero en la cumbre helada. El pequeño buzón aparece herizado por los vientos gélidos. Dos hora y veinte minutos desde el pueblo, que sigue dormitando abajo en la ladera. Tomamos un refrigerio en la cumbre y sin dilación posible descendemos por nuestras propias huellas de nuevo al portillo. Un todoterreno desiste de ascender en los últimos tramos del portillo derrapando peligrosamente sobre la nieve endurecida. Cuando de nuevo llegamos al pueblo de retirada una enorme manada de vacas nos da la bienvenida como felicitándonos por nuestro esfuerzo. Los perros del pueblo nos reciben de nuevo como a viejos conocidos y sin rechistar. Nuestro propósito inicial era el haber llegado hasta el Unguino y bajar por el portillo de los Unguinos, pero el estado de la nieve nos desaconseja el empreder la bajada por el cortado. Lo dejamos para la primavera.
De camino a casa tomamos unos blancos en Amurrio, y otros de lo mismo en el resturante Bideko. De los adentros de sus cocinas salen maravillosos efluvios que obligan a nuestras bocas  a embabarse de saliva, como a la espera de suculentas viandas que no llegan. En casa tenemos la mesa puesta. Pero nos prometemos volver. De vez en cuando hay que darse un homenaje. ¡Bastante dura es la vida!

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