Ficha:
  • Nombre: Monte Perdido (3.355 m.).
  • Situación: Valle de Ordesa. Pirineo de Huesca.
  • Punto de Partida: Nerin (en autobus), Cuello Arenas (a pie).
  • Desnivel: 1350 m. desde cuello Arenas.
  • Duración: 12 horas ida y vuelta. Con descansos generosos.
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Fecha de la ascensión: 07-08-2006


 

11.9 km, n/a

Decidimos realizar la excursión desde Nerín porque consideramos que es la forma más viable de hacer cumbre en una sola jornada. Para ello, tuvimos que llamar con 15 días de antelación al teléfono 974489010 para reservar, por el “módico” precio de 17 €, el billete de ida y vuelta del autobús que desde este pueblo sube a Cuello Arenas, a 2.100 metros de altura aproximadamente.

Billete del autobus de Nerín:

La salida está programada para las 7 h puntual; recomendamos ser previsores al concretar la hora de partida desde la localidad donde se esté alojado, ya que la carretera de acceso es casi intransitable y transcurre por un pronunciado puerto de montaña. Debemos estacionar el coche en la entrada del pueblo. A medida que nos acercamos a este punto distinguimos el bus aparcado; es más pequeño de lo habitual y el único así que no tiene pérdida. El vehículo gana altura por una pista que pone los pelos de punta y que nos presagia la dureza de la campaña que estamos a punto de emprender.

Monte Perdido:  Vista desde cuello Arenas.

Pasada una hora llegamos a Cuello Arenas, punto desde el que comenzamos la ascensión; el chofer nos avisa, a las 20h volveré aquí para buscaros, no esperaremos a nadie, el que no esté puntual, se queda en tierra, son 12 horas las que nos separa de este plazo. Iniciamos la travesía, tomamos un camino que tenemos a mano derecha, no de frente, es decir, no seguimos por la misma pista por la que accedimos en el transporte. Este sendero nos conduce a Cuello Gordo. Amanece delante de nuestros ojos, y el sol nos muestra la belleza del pasaje que se presenta ante nosotros; a nuestros pies y desde la altura a la que nos encontramos, el valle de Ordesa se ve majestuoso, es el momento de tomar la primera fotografía.

Atravesamos una faja de gran pendiente en la que, las personas que sean propensas a ello, pueden experimentar alguna sensación de vértigo. A los 40 minutos aproximadamente, nos situamos a la altura de las Clavijas de Soaso, paso por el cual se accede si tomamos la ruta desde la Pradera de Ordesa. Seguimos nuestra marcha y pronto empezamos a divisar Goriz.

Refugio de Goriz: Subida al lago helado

Alcanzamos el refugio a las 9 y 45 aproximadamente. Sorprende la cantidad de tiendas de campaña que repliegan a nuestro alrededor, de todos aquellos que han decidido hacer noche a la intemperie y disfrutar de un paisaje nocturno único que en ningún otro punto de nuestra geografía puede tener parangón. Además, en la fecha de nuestra excursión, el tiempo les había acompañado, y eso, a casi 3.000 metros de altura, es imprescindible. Es buen momento para tomar un tentempié, ya que, si bien este primer tramo no es duro, debemos prepararnos para lo que nos espera, ya que a partir de aquí el camino será mucho más arduo. Retomamos la ascensión, hemos de ganar altura, cuidado en este tramo el sendero que tomáis, pues es fácil equivocarse. Hay que subir de frente, casi en línea perpendicular a la pequeña explanada donde se alza el refugio, no tomar el de la derecha, que parece más apropiado. Este trecho, aunque sin complicación, se hace pesado porque requiere subir escalonadamente numerosos desniveles. Dejando atrás Goriz, el camino es más rocoso. Tuvimos la oportunidad de avistar un sarrio a media ladera que permaneció inmóvil a nuestro paso. Continuamos hasta la que puede considerarse la primera prueba a superar, un pequeño balcón, el primero de los que tendremos que sortear hasta alcanzar el Lago Helado,que nos hizo dudar sobre la dirección que debíamos tomar.

Valle de Ordesa: Lago helado

Subimos por una chimenea en zig-zag tomando precauciones para no resbalarnos. Una vez superado, llegamos ha otro lugar problemático característico por la “pedrera”. Es importante seguir los hitos adecuadamente para optar por el camino más seguro, así evitaremos situaciones de riesgo. Desde aquí, podemos advertir otro balcón a superar ladera arriba. Nos dirigimos hacia él y poco a poco lo vamos alcanzando comprobando que no era tan complicado como el anterior. Aún así, este terreno se hace peliagudo, ya que la pendiente y lo resbaladizo que se encuentra dificultan su andadura y en ocasiones es más viable optar por echarse a cuatro patas a tierra. Los montañeros que en este tramo encuentras a tu paso, te dan ánimos para seguir. Uno de ellos se dirige a nosotros y nos orienta “quedan aproximadamente 2 horas y media hasta la cumbre. Dependiendo de nuestra habilidad, podemos optar por bordear los sucesivos balcones, más pronunciados que los anteriores, y superar este trecho con mayor facilidad; es aconsejable especialmente, si padecemos de vértigo o queremos evitar situaciones que puedan provocarlo. A medida que ganamos altura, podemos ver nieve en algunos neveros permanentes que dejamos a nuestro paso. A unos metros para alcanzar Lago Helado debemos cruzar una pared por la que fluye un pequeño manantial; su estrechez y la piedra mojada nos obligan a atravesar con especial cuidado estos pocos metros, en los que no está de más que aprovechemos para llenar nuestras cantimploras, pues el agua que emana es pura y fresca. De nuevo el terreno nos brinda la posibilidad de optar por dos caminos, un balcón, paso más corto, y un pequeño sendero que lo bordea, un poquito más largo, y bien marcado por hitos. A su término, y tras subir un pequeño desnivel de piedra, se aparecerá ante nuestros ojos la escena más espectacular de toda la ascensión, la mítica fotografía que ha definido a Monte Perdido y que le imprime su carácter; el Lago Helado y la Escupidera.

La nieve hace acto de presencia nuevamente, junto al lago y bajo la cumbre, pero hemos tenido mucha suerte con el clima, y el sol que ha brillado los últimos días mantiene seco este peligroso tramo, que con abundante lluvia y especialmente nevado, es difícil acceso. Es un paraje que no pocos aprovechan para tomar el último aliento antes de la espectacular subida que se nos presenta. El camino es estrecho, y discurre por los balcones y paredes que dibujan la cara N de la montaña. Comienzas a darte cuenta de la altura a la que te encuentras y las sensaciones afloran en este último esfuerzo. El sendero se corta y debemos trepar unos metros por una roca que da paso a la pedriza, último obstáculo antes de la ansiada cima. Es la superficie de mayor dificultad con nieve y hielo, y seguramente con piedra mojada, pero aunque las buenas condiciones atmosféricas con las que nos hemos encontrado nos ayudan, la hora escasa que requiere su ascensión, es sin duda, la más dura y frustrante de cuantas hemos salvado a lo largo de la mañana. La piedra suelta y la enorme pendiente te obligan a ir a cuatro patas casi el trayecto completo. Debes buscar piedras fijas a las que agarrarte, ya que en no pocas ocasiones, al intentar dar un paso adelante, te resbalas y acabas dando tres atrás. Superado este escollo, la pequeña elevación que nos separa la cumbre es un pequeño paseo que desemboca en uno de los más bellos escenarios que se pueden contemplar, toda la grandeza de los Pirineos a tu alrededor. Todo el cansancio que nos ha provocado la subida se torna emoción cuando disfrutamos de las vistas de los 3.355 metros sobre el que nos hemos alzado.

 

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